Cuenta la leyenda que un pastor escuchó los planes de los cristianos, y como conocía la ubicación del campamento musulmán decidió ayudarles.
Bien, llévenos al campamento al anochecer, no se lo esperarán.
Tanto los almorávides como los almohades se hospedan allí.
Si lo que aquel pastor dice es cierto, el campamento está muy cerca.
Señor, si buscan el campamento musulmán, este se encuentra al otro lado de ese bosque.
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Y así fue como inició la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, con los cristianos con un simple pastor como guía.
Queremos. Os presentáis aquí, como cobardes, y nosotros plantaremos cara. ¡En nombre de Alá, a por ellos!
Musulmanes, seréis vencidos en esta batalla. No obstante, os daré una sola oportunidad.¿Queréis luchar?
¡Ahí están, mi señor! Rezaré por vuestra victoria, ¡derrotad a los musulmanes!
Ellos son el enemigo. Recordad a vuestras mujeres, hijos, amigos. Todos asesinados por musulmanes. Sois hombres valientes, demostradlo.
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Este es el final de la historia. De una pequeña historia, dentro de una inmensa, inimaginable. Pero aquí hay un pequeño final. Los musulmanes restantes huyeron al sur, y todo gracias a ese humilde pastor que tanto ayudó a los cristianos. Cuenta la leyenda.
¡Un hurra por nuestro pastor, que nos ha traído a la victoria! ¡Felicidades a todos por vuestra valentía, habéis demostrado ser fieles soldados!
Un placer haber sido útil, mi señor. Y recordad que siempre estaré a su disposición para cualquier cometido.
Al fin, hemos derrotado a los musulmanes, a partir de ahora seremos libres y felices.