Laertes, si estais ofendido de mí, os pido perdón. Perdonadme como caballero.
Mi corazón, cuyos impulsos naturales eran los primeros a pedirme en este caso venganza, queda satisfecho. Mi honra no me permite pasar adelante ni admitir reconciliación alguna.
En cuanto a la batalla que va a comenzarse, lidiaré con vos como si mi competidor fuese mi hermano.
Sí, vamos... uno a mí.
Sí, señor, y en verdad que habéis apostado por el más débil.
Dales floretes, joven Enrique. Hamlet, ya sabes cuales son las condiciones.
Este me parece bueno... ¿Son todos iguales?
Sí señor.
Este es muy pesado. Dejadme ver otro.
Cubrid esta mesa de copas, llenas de vino. Si Hamlet da la primera o segunda estocada, o en la tercera suerte da un quite al contrario, disparen toda la artillería de las almenas. El Rey beberá a la salud de Hamlet echando en la copa una perla más preciosa que la que han usado en su corona los cuatro últimos soberanos daneses.