Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia.
Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas, viejas.
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El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludó en el corredor de la residencia
¿Eres gente u otra cosa?
Buenos días patrón
Humillándose, el pongo no contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de pie.
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pero una tarde a la hora del ave maria , ,cuando el patron empezo a mirar al pongo dijo ese , ese hombresito , hablo claramente
¡A ver!
Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo agachado, siguió al mandón hasta la cocina
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El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien.
Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza
El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. «Sí, papacito; sí, mamacita», era cuanto solía decir.
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pero una tarde a la hora del ave maria , ,cuando el patron empezo a mirar al pongo dijo ese , ese hombresito , hablo claramente
Ave María
habla si puedes
padrecito mio , quiero hablarte
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Pero, una tarde, a la hora del avemaría, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ese hombrecito, habló muy claramente.
¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro?
Ave María
Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte