No espero ni pido que nadie crea el extraño aunque simple relato que voy a escribir. Estaría completamente loco si lo esperase, pues mis sentidos rechazan su evidencia. Pero no estoy loco, y sé perfectamente que esto no es un sueño. Mañana voy a morir, y quiero de alguna forma aliviar mi alma.

Tuve la suerte de casarme joven, y también la de compartir mi amor por los animales con mi esposa. Por eso, durante el tiempo que estuvimos juntos compramos varios animales, entre ellos un gato negro, Pluto, que era grande y precioso. Poco a poco, fui cogiéndole cariño hasta que acabó siendo mi animal favorito.

Sin embargo, desde el día que compramos el gato, me fui volviendo más melancólico y más ajeno a los sentimientos de los demás. El alcohol me había consumido. Una noche en la que volví completamente borracho del bar, llegué a casa y sentí una furia demoníaca hacia el gato. Sentí como mi alma y mi empatía salían de mi cuerpo, y sin pensar, le clavé unas tijeras en el ojo.

En aquel momento de mi vida, no estaba lo suficientemente sano para darme cuenta de la gravedad de lo que había hecho, y continué yendo a peor. Una mañana cogí al gato, y, a sangre fría, lo ahorqué en la rama de un árbol.

Y, curiosamente, la misma noche del día en el que lo ahorqué, me despertó mi mujer con gritos de incendio, y milagrosamente escapamos yo, ella y un criado. Nos tuvimos que mudar a un sótano antiguo. El día siguiente volví a a ver las ruinas de la casa, y el único tabique que quedaba en pie tenia una marca de un gato ahorcado.

Unos meses después del incidente, mi esposa y yo fuimos a un bar, y ahí encontramos un gato muy parecido a Pluto, la única diferencia era que tenía una mancha blanca en el pecho. Ella me convenció para que nos lo trajéramos a casa. La mañana siguiente, descubrí no solo que era medio ciego, si no que también la mancha de su pecho estaba cogiendo forma de un patíbulo como en el que ahorqué al gato anterior. Esto me provocó mucho odio hacia al gato que iba aumentando progresivamente.