Y así, el nuevo cisne se unió a los demás y vivió feliz para siempre.
Con este cuento ves que si alguien es diferente no es motivo para tratarle de distinta manera que a los demás, a parte, no hay que juzgar por las primeras impresiones del exterior, todo lo bueno está por dentro.
¿Se te ocurre alguna moraleja que pueda ser aplicada a este cuento?
Y aquí termina el cuento, señor conde.
El Conde Lucanor meditó durante un tiempo...
Se me ocurre que sí, sería algo así como:
Nunca juzgues el armazónjuzga siempre el corazón.
Y tras todo lo aprendido, el conde Lucanor se fue a la cama para poder ponerlo en práctica al día siguiente.
ZZZ...
Hecho por: Daniela Fernández García, nº6 3ºD
¡FIN!
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