En un sueño de los olores imposibles, hubo el olfato del pantano, la ciénaga, y la tierra virgen. Era posible que los aztecas estuvieran cerca. Ellos lo estaban cazando y su única opción era esconderse en la selva. Pero él oyó un sonido repentino. Aunque él tenía un punal de piedra, él temía que ellos lo encontraran. Lejos en la noche sin estrellas, hubo el resplandor de las hogueras. El miedo se hizo un olor dulzón pero él continuó siguiendo la calzada y saltó en la noche.
Sus sentidos eran abrumado y él era corriendo en una oscuridad absoluta. Por eso, las ramas afiladas chicotearon sus piernas. Él tocó su cuello y su amuleto protector pero después oyó los gritos. De repente, alguien apuñaló un punal de piedra en su pecho y él se cayó en la oscuridad.
Él estaba de espaldas y olía la humedad de la piedra. Cuando él intentó moverse sus brazos y piernas, se dio cuenta de hubo las sogas en sus muñecas y tobillos. Sus ojos buscaron su pecho para el amuleto pero estuvo extrañado y él era desesperado sin que los dioses lo protegieran. Oyó las vibraciones de los atabales y él supo que él estaba en las mazmorra del teocalli.
En la oscuridad, él empezó gritando porque pensó que fue el final de su vida. Como él intentó escaparse, las sogas se hundieron en sus brazos y piernas hasta él no pude soportar el dolor. Cuatro acólitos aparecieron y lo levantó a través de los pasillos de la piedra. Si el techo de la roca hubiera sido más bajo, él se habría asfixiado dentro de las paredes.
Él vio la luz de la luna y intentaba regresar a la vista del techo del cuarto del hospital, al otro lado. Él vio las llamas rojas, el humo gris de las hogueras, y la sangre en la roca. Los pies de una víctima estaban arrastrado en los pasos del templo y él esperaba que la pesadilla terminara pronto.
Cuando él abrió sus ojos, vio el sacerdote ensangrentado con una cuchilla en su mano. Una otra vez, cerraba sus ojos pero él supo que esta fue su realidad. Su sueño pacífico con el lugar con luces rojas y verdes y el insecto grande de metal fue terminado. Él se tumbó con sus ojos cerrados y boca arriba sobre la piedra fría, esperando…
¡CRUNCH!
Huele a guerra...
¡Quiten el amuleto!
¡Ay no, ellos tomaron mi amuleto!
Vamos. Es el tiempo para el sacrifico...
¡AAAAHHHHH!
¡Hurra! Finalmente está aquí...
¡Ofrecemos esta sangre a nuestros dioses!
En un sueño de los olores imposibles, hubo el olfato del pantano, la ciénaga, y la tierra virgen. Era posible que los aztecas estuvieran cerca. Ellos lo estaban cazando y su única opción era esconderse en la selva. Pero él oyó un sonido repentino. Aunque él tenía un punal de piedra, él temía que ellos lo encontraran. Lejos en la noche sin estrellas, hubo el resplandor de las hogueras. El miedo se hizo un olor dulzón pero él continuó siguiendo la calzada y saltó en la noche.
Sus sentidos eran abrumado y él era corriendo en una oscuridad absoluta. Por eso, las ramas afiladas chicotearon sus piernas. Él tocó su cuello y su amuleto protector pero después oyó los gritos. De repente, alguien apuñaló un punal de piedra en su pecho y él se cayó en la oscuridad.
Él estaba de espaldas y olía la humedad de la piedra. Cuando él intentó moverse sus brazos y piernas, se dio cuenta de hubo las sogas en sus muñecas y tobillos. Sus ojos buscaron su pecho para el amuleto pero estuvo extrañado y él era desesperado sin que los dioses lo protegieran. Oyó las vibraciones de los atabales y él supo que él estaba en las mazmorra del teocalli.
En la oscuridad, él empezó gritando porque pensó que fue el final de su vida. Como él intentó escaparse, las sogas se hundieron en sus brazos y piernas hasta él no pude soportar el dolor. Cuatro acólitos aparecieron y lo levantó a través de los pasillos de la piedra. Si el techo de la roca hubiera sido más bajo, él se habría asfixiado dentro de las paredes.
Él vio la luz de la luna y intentaba regresar a la vista del techo del cuarto del hospital, al otro lado. Él vio las llamas rojas, el humo gris de las hogueras, y la sangre en la roca. Los pies de una víctima estaban arrastrado en los pasos del templo y él esperaba que la pesadilla terminara pronto.
Cuando él abrió sus ojos, vio el sacerdote ensangrentado con una cuchilla en su mano. Una otra vez, cerraba sus ojos pero él supo que esta fue su realidad. Su sueño pacífico con el lugar con luces rojas y verdes y el insecto grande de metal fue terminado. Él se tumbó con sus ojos cerrados y boca arriba sobre la piedra fría, esperando…
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¡Ay no, ellos tomaron mi amuleto!
Vamos. Es el tiempo para el sacrifico...
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En un sueño de los olores imposibles, hubo el olfato del pantano, la ciénaga, y la tierra virgen. Era posible que los aztecas estuvieran cerca. Ellos lo estaban cazando y su única opción era esconderse en la selva. Pero él oyó un sonido repentino. Aunque él tenía un punal de piedra, él temía que ellos lo encontraran. Lejos en la noche sin estrellas, hubo el resplandor de las hogueras. El miedo se hizo un olor dulzón pero él continuó siguiendo la calzada y saltó en la noche.
Sus sentidos eran abrumado y él era corriendo en una oscuridad absoluta. Por eso, las ramas afiladas chicotearon sus piernas. Él tocó su cuello y su amuleto protector pero después oyó los gritos. De repente, alguien apuñaló un punal de piedra en su pecho y él se cayó en la oscuridad.
Él estaba de espaldas y olía la humedad de la piedra. Cuando él intentó moverse sus brazos y piernas, se dio cuenta de hubo las sogas en sus muñecas y tobillos. Sus ojos buscaron su pecho para el amuleto pero estuvo extrañado y él era desesperado sin que los dioses lo protegieran. Oyó las vibraciones de los atabales y él supo que él estaba en las mazmorra del teocalli.
En la oscuridad, él empezó gritando porque pensó que fue el final de su vida. Como él intentó escaparse, las sogas se hundieron en sus brazos y piernas hasta él no pude soportar el dolor. Cuatro acólitos aparecieron y lo levantó a través de los pasillos de la piedra. Si el techo de la roca hubiera sido más bajo, él se habría asfixiado dentro de las paredes.
Él vio la luz de la luna y intentaba regresar a la vista del techo del cuarto del hospital, al otro lado. Él vio las llamas rojas, el humo gris de las hogueras, y la sangre en la roca. Los pies de una víctima estaban arrastrado en los pasos del templo y él esperaba que la pesadilla terminara pronto.
Cuando él abrió sus ojos, vio el sacerdote ensangrentado con una cuchilla en su mano. Una otra vez, cerraba sus ojos pero él supo que esta fue su realidad. Su sueño pacífico con el lugar con luces rojas y verdes y el insecto grande de metal fue terminado. Él se tumbó con sus ojos cerrados y boca arriba sobre la piedra fría, esperando…
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Sus sentidos eran abrumado y él era corriendo en una oscuridad absoluta. Por eso, las ramas afiladas chicotearon sus piernas. Él tocó su cuello y su amuleto protector pero después oyó los gritos. De repente, alguien apuñaló un punal de piedra en su pecho y él se cayó en la oscuridad.
Él estaba de espaldas y olía la humedad de la piedra. Cuando él intentó moverse sus brazos y piernas, se dio cuenta de hubo las sogas en sus muñecas y tobillos. Sus ojos buscaron su pecho para el amuleto pero estuvo extrañado y él era desesperado sin que los dioses lo protegieran. Oyó las vibraciones de los atabales y él supo que él estaba en las mazmorra del teocalli.
En la oscuridad, él empezó gritando porque pensó que fue el final de su vida. Como él intentó escaparse, las sogas se hundieron en sus brazos y piernas hasta él no pude soportar el dolor. Cuatro acólitos aparecieron y lo levantó a través de los pasillos de la piedra. Si el techo de la roca hubiera sido más bajo, él se habría asfixiado dentro de las paredes.
Él vio la luz de la luna y intentaba regresar a la vista del techo del cuarto del hospital, al otro lado. Él vio las llamas rojas, el humo gris de las hogueras, y la sangre en la roca. Los pies de una víctima estaban arrastrado en los pasos del templo y él esperaba que la pesadilla terminara pronto.
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Él estaba de espaldas y olía la humedad de la piedra. Cuando él intentó moverse sus brazos y piernas, se dio cuenta de hubo las sogas en sus muñecas y tobillos. Sus ojos buscaron su pecho para el amuleto pero estuvo extrañado y él era desesperado sin que los dioses lo protegieran. Oyó las vibraciones de los atabales y él supo que él estaba en las mazmorra del teocalli.
En la oscuridad, él empezó gritando porque pensó que fue el final de su vida. Como él intentó escaparse, las sogas se hundieron en sus brazos y piernas hasta él no pude soportar el dolor. Cuatro acólitos aparecieron y lo levantó a través de los pasillos de la piedra. Si el techo de la roca hubiera sido más bajo, él se habría asfixiado dentro de las paredes.
Él vio la luz de la luna y intentaba regresar a la vista del techo del cuarto del hospital, al otro lado. Él vio las llamas rojas, el humo gris de las hogueras, y la sangre en la roca. Los pies de una víctima estaban arrastrado en los pasos del templo y él esperaba que la pesadilla terminara pronto.
Cuando él abrió sus ojos, vio el sacerdote ensangrentado con una cuchilla en su mano. Una otra vez, cerraba sus ojos pero él supo que esta fue su realidad. Su sueño pacífico con el lugar con luces rojas y verdes y el insecto grande de metal fue terminado. Él se tumbó con sus ojos cerrados y boca arriba sobre la piedra fría, esperando…
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Él estaba de espaldas y olía la humedad de la piedra. Cuando él intentó moverse sus brazos y piernas, se dio cuenta de hubo las sogas en sus muñecas y tobillos. Sus ojos buscaron su pecho para el amuleto pero estuvo extrañado y él era desesperado sin que los dioses lo protegieran. Oyó las vibraciones de los atabales y él supo que él estaba en las mazmorra del teocalli.
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