—Ahora sí que la hicimos –dijo el caballo de la cola larga.—Lo que es aquí –añadió el chingo– nos vamos a tener que estar lo que nos queda devida, porque no hay más que mar y mar por todos lados.— Mirá vos, hermano Venado, decinos: ¿no hay algún camino de tierra por donde p odamos salir de aquí?E l venado les respondió que no lo había
¿Se acuerdan de la guerra del 56? Qué se van a acordar,cuando ni yo mesmo había pensado aparecer por este mundo para aquellas fechas gloriosas. Pues dicen, y lo que se dice alguna punta tiene de cierto, que cuando don Juanito Mora iba con sus tropas para el Guanacaste, fue y se montó en un potro muy galano que en la Boca del río Tempisque le tenían ensillado, y jinete en él llegó hasta Rivas de Nicaragua.
—¿Para qué tanta bulla, viejitos? Con su relinchadera ya ni dormir me dejan ustedes. Siesa falta les hacen las parientas, ¿por qué no se animan y se echan al agua?
A la altura de mil ochocientos sesenta y tantos, cuando todo se había sosegado pues con tantas heroicidades y penurias nuestro pueblo tan gallo había salido victorioso defendiendo su independencia y libertad, a mis dos caballitos que les digo los cogieron los guanacastecos por su cuenta y los tenían tan bien cuidados y cercaditos de buenas yeguas, que ellos dos, el de la cola larga y el de la cola chinga, se pasaban orondos y contentos dándose la gran vida. ¿No ven que se lo merecían? Ellos también, a su manera, habíanarriesgado la vida por Centroamérica
Apenas sintió el lanchón en su pellejo, comenzó a sacudirse como quien se espanta un tábano, y de aquí quela embarcación fuera a dar a pique por allá lejos, y de los que traía solo nuestros dos caballos, que aunque con sus añitos no eran nada dejados, pudieron llegar a tierra. Dieron con sus cascos en una isla cercana donde solamente vivía un venado viudo que se había ido a hacer vida retirada
bestias a masticar el zacatón, en ratos, y en ratos a mordisquearse el uno al otro los pescuezos. Palabra que era aburrido. No hacían más que pensar en las esposas que habían dejado en los llanos guanacastecos. Un día, el de don Juanito Mora se puso a lloriquear y relinchar como un desesperado.
Sabés –relinchó el de la cola chinga –que vos tenés razón. Más valdría morir ahogadoque seguir aquí, tan solos. Si a nado vinimos, a nado nos ajilamos.—No seas bárbaro –dijo el retinto de don Juan Rafael–; es mucha mar y ya yo no estoypara cruzar ni el Tempisque. ¡Como no lleguemos a nada!—Carambas, allá vos con esas juguetadas de palabras; yo soy ruco de pobre y apenas séhablar –siguió el melado de Juan Santamaría– pero todavía me acuerdo de cuando el Erizose echó a aquel mar de balas con la tea en alto, y no le tuvo miedo a la muerte. ¿Se lo voya tener yo?
¿Diay, te animaste? –le relinchó este.—¿Qué estás creyéndote vos, garañón viejo? Yo sé que a don Juanito me lo fusilaron enPuntarenas, pero también sé que más después se le va a hacer justicia de la grande y lotreparán a monumentos. No iba yo a dejarlo mal montado quedándome de flojo en la islacon ese venado saco de mentiras.