La fuerte asociación de la maquila femenina con la migración masculina, sobre todo a Estados Unidos, aunado a lo pequeña y aisladas de algunas comunidades parece desanimar la intensificación o suscitar transformaciones en la actividad agrícola.
Las artesanas indígenas solemos organizarnos en grupos comunitarios o cooperativas a través de las cuales podemos obtener materias primas, asesorías y potenciamos la comercialización de nuestros productos.
Se ha creado un proceso de reinvención de actividades y tradiciones, ya que necesitan diseños tradicionales pero objetos utilitarios para el mercado.
La artesanía en zonas indígenas se han convertido en una de las fuentes de ingresos más importantes.
Existen artesanas "por cuenta propia" que recurren al trabajo por encargo y bordadoras más activas.
Como consecuencia han proliferado conflictos vinculados a la puesta en marcha de asociaciones colectivas relacionadas con la producción artesanal femenina.
También se han incrementado las tensiones familiares y conyugales asociadas a la imposibilidad de negar la existencia y relevancia que ha cobrado el trabajo femenino en la supervivencia de sus unidades domésticas.
La migración masculina a Estados Unidos, que en muchos casos puede ser definitiva, ha obligado a nuestras familias a redefinir y jerarquizar quehaceres, lo que ha debilitado la actividad agrícola como parte de los quehaceres primordiales de lo que conocemos como una familia indígena rural.