En Lima de 1838, una tarde de miércoles, Jacoba, hija de don Sempronio, caminaba por la ciudad.
¡Ay, mi padre! Siempre, buscándome al pretendiente de mayor fama, como ese tal Canuto. ¡Es realmente un engreído! No es nada comparado con mi amado Pulido, el cual es simpático, romántico y muy guapo.
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Después de caminar por un tiempo, aparece Canuto saludándola cordialmente.
Buenas tardes, mi estimada dama, que hace usted paseando por estas calles sola. Si desea la puedo acompañar. Por mi parte, me sentiría muy cómodo.
Aléjese sargento. Canuto, nunca te aceptaré como un pretendiente, no me molestes más. Tú bien sabes que estoy enamorada de otra persona. Que esta sea la última vez que me diriges la palabra.
Eso es mentira Jacobita, yo sé que me amas, pero lo escondes.
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Luego de una larga pelea, aparece el gran amado de Jacoba, Pulido Cerezo
Buenas tardes Jacoba. Buenas tardes sargento Canuto, mi nombre es Pulido Cerezo.
¡Y este quien se habrá creído!¡Canuto, déjelo en paz!
¿Así que este es de quién estás enamorada? No es nada comparado a mi. ¿Acaso no me vez? Yo soy un sargento, él es un simple paisano mugroso. No logro ver tu lógica.
No me hable usted de esa manera, aunque sea del ejército, no tiene derecho de sentirse superior a las demás personas.
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Reuniéndose los tres, aparece don Sempronio, el padre de Jacoba.
¿Qué pasa Jacoba? ¿Sargento Canuto? ¿Joven Cerezo?
Aquí el sargento Canuto está divirtiéndose, miéntras que convierte mi tarde en la más endiablada.
¿No te estarás equivocando? Joven Cerezo, cálmese y deje en paz a mi hija.
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Más adelante, la paciencia de Jacoba termina.
¿¡Cómo te atreves a no proteger a tu hija!? ¡Me voy a quedar afónica de tanto grito! ¡Yo me retiro!
Yo hablo con la verdad Jacobita, Canuto no se atrevería a molestarte.
Don Sempronio, usted está equivocado, Canuto es un verdadero canalla.
Usted manténgase callado joven Pulido. Don Sempronio, estoy de acuerdo con usted.
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Finalmente, Jacoba llega a su casa malhumorada donde se encuentra con su hermana, Nicolasa.
¡Jesús, niña, qué calor! ¡Qué saya tan ajustada! No he visto cosa prestada que buena sea. ¡Ay, Señor!
Cálmese usted niña. ¿Por qué tantas las molestias?