Por el fin de agosto no había muchas fresas no más, y el número de los braceros disminuía también. Eran muchas fresas durante los meses de junio y julio, pero la cosecha terminaba en agosto.
No hay fresas.
Como consecuencia, el domingo sólo el mejor pizcador vino a trabajar, y a Panchito le gustaba él. Él era de Jalisco, México, como Panchito, y a veces, Panchito y él hablaban durante el almuerzo. Desafortunadamente, Panchito nunca vió a él otra vez.
Nunca veía a Ito otra vez.
¿Comó estás?
¡Estoy bien!
Esa noche, Ito les señaló que ellos podrían ir a casa. En su español mocho, gritó, “¡ya hes horra!” Panchito esperaba escuchar esas palabras todos los días y cuando él se realizó que no los escuchará otra vez, le entristeció.
¡Ya hes horra!
Adíos.
Mientras Panchito, su papá, y su hermano mayor se iban a casa nadie habló. Su papá puso sus manos en el volante y miraba al camino y Roberto cerró los ojos. Por desgracia, polvo entraba al carro y empezaba a toser.
*tose*
Panchito abrió la puerta de su chocita y se detuvo cuando vio que todo lo que le pertenecía a él y a su familia estaba empacado en cajas de cartón. En esas cajas, se recogió todo el tiempo que estaba trabajando.
Por esa razón, y porque ellos tenían que mudarse a Fresno, se sentó en una caja y sus ojos se llenaron de lágrimas.