El ser humano es un misterio, esto significa que es muchas cosas a la vez que lo hacen ser extraordinariamente edificante y al mismo tiempo algo todavía por definirse: fin en sí mismo, moral, histórico, comunitario, social, abierto a la trascendencia; se mueve, habla, ríe, pregunta y responde; simboliza, elige, vive en la realidad, construye su realidad, crea, imagina, se auto percibe, tiene vocación, … pero, a pesar de que el hombre es inagotable, es un ser imposible de conocerse en todas su dimensiones.
Como animal es capaz de contemplar objetos, como hombre es un constructor de múltiples realidades materiales y simbólicas. Esto explica también que sea capaz de generar múltiples relaciones con la realidad y consigo mismo. Desde esta concepción, Carlos Díaz va a sostener que la persona es fundamentalmente un ser relacional.
Muchos de los tipos de relaciones que se dan entre las personas tienen como consecuencia comportamientos y actitudes positivas y negativas. Esto se debe a que, como hemos dicho, el hombre es por naturaleza un ser ambiguo, con tenencia hacia la realización del bien y del mal. Lo cual trae como consecuencia en unos casos el reforzamiento positivo de las relaciones, pero, también en otros la existencia del conflicto relacional.
En el ámbito de la ética el conflicto suele ser visto no como algo negativo, sino como lo que realmente es, un proceso natural y consustancial a la existencia humana.