A nuestro aventurero, todo cuanto pensaba, veía o imaginaba, le parecía ser hecho a la manera como el había leído en sus historias, aquel mesón le figuro un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de brillante plata, sin tampoco faltarle el foso y puente levadizo.
Las mozas al ver un hombre armado, ibanse a entrar llenas de miedo; pero Don Quijote advirtiéndole...
No huyan vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno, que contra nadie los hace la orden de caballería que profeso y menos a tan altas doncellas...
Al anochecer, su rocín y él se hallaban cansados y muertos de hambre, buscando por todas partes algún castillo o majada de pastores en que recogerse y satisfacer su apetito, cuando Don Quijote diviso una venta que le pareció la estrella que guiaba a los alcázares de la redención . Se dio prisa en caminar y llego al mesón a tiempo que anochecía.
También las hermosas debieran guardar mesura. La risa por causa leve es sandez; y no lo digo para que os doláis o mostréis mal talante, puesto que el mío no es mas que el de serviros.
Mirabanle las mozas y andaban buscándole el rostro que la visera encubría, mas como se oyeron llamar "doncellas", no pudieron contener la risa
Estaban a la puerta dos mujeres mozas...
Las cosas hubieran pasado a mayores, de no asomar en aquel instante el ventero, quien, viendo aquella figura, armada de armas tan desiguales, prefirió hablar comedidamente:
Si vuestra merced, señor caballero, busca posada y no lecho (porque de estos no hay en la venta), de todo tendra aqui mucha abundancia.
-Para mi, señor castellano, cualquier cosa basta, porque mis arreos son las armas, mi descanso el pelear y así lo demás.
Las doncellas lo estaban desarmando, las cuales ya se habían reconciliado con el ; mas no supieran desencajarle la gola ni quitarle la contrahecha celada, dieron en que seria menester cortar las cintas que la sujetaban y que no veían forma de soltar. Don Quijote no lo quiso permitir, y así se quedo toda aquella noche con la celada puesta.
-Nunca fuera caballero de damas tan bien servido, como fuera Don Quijote cuando de su aldea vino: doncellas curaban de el, princesa de su rocino. o Rocinante, que este es el nombre de mi caballo, y Don Quijote de la Mancha el mío, aunque no quería descubrirme hasta que lo hicieran mis hazañas.
Cualquiera!- respondió el-, porque unas y otras le harían mucho bien a mi cuerpo. Pero sea lo que fuere, venga pronto, que el trabajo y el peso de las armas no se puede llevar sin el gobierno de las tripas.
Las mozas no sabían que contestar; solo se atrevieron a preguntarle si quería comer cosa alguna.
Estando en esto, llego a la venta un castrador de puercos e hizo sonar su silbato cuatro o cinco veces, lo que acabo de confirmar a Don Quijote estaba en un famoso castillo y le servían con música, y que el abadejo eran truchas; y el pan, candeal; y el ventero castellano.Más lo que más le fatigaba era... no verse armado caballero, pues no podía ponerse en aventura alguna sin haber recibido la orden de caballería.
Por el calor pusieron la mesa a la puerta de la venta y trajo el ventero una porción de mal remojado y peor cocido bacalao, más un pan negro y mugriento. gran motivo de risa era haberle porque como tenía puesta la celada y alzada la visera Nada podía ponerse en la boca con sus manos, Si alguien no se lo facilitaba. mas no así la bebida que era imposible hasta que el ventero arreglo una caña y puesta una boca en la del huésped por la otra le iba echando el vino todo esto lo soportaba con paciencia Don Quijote a trueque de no romper las cintas verde de la celada.
CONTINUARA...
Bolo vytvorených viac ako 30 miliónov storyboardov