Me vengaré algún día de aquel hombre que me humilló.
Una tarde, casi al anochecer, en plena locura del Carnaval, encontré a mi amigo. Me acogió con excesiva cordialidad, porque había bebido mucho. El buen hombre estaba disfrazado de payaso.
-Pero como supuse que estaba usted muy ocupado, iba ahora a buscar a Luchesi. Él es un buen entendido.
¡Querido Fortunato!es que he recibido un barril de algo que llaman amontillado, y tengo mis dudas.
¿Cómo? ¿Amontillado? ¿Un barril? ¡Imposible! ¡Y en pleno Carnaval!
El no sabe nada, vamos, vamos allá, llévamea tus bodegas.
Cogí dos antorchas de sus hacheros, entregué a Fortunato una de ellas y le guié, haciéndole encorvarse a través de distintos aposentos por el abovedado pasaje que conducía a la bodega
Se volvió hacia mí y me miró con sus nubladas pupilas, que destilaban las lágrimas de la embriaguez.
Rompí el cuello de una botella y le dije que bebiera
Está más allá
¿Y el barril?
Bebo a la salud de los enterrados que descansan en torno nuestro.
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