La narradora se siente increíblemente culpable de que su enfermedad es una preocupación para su marido. Juan le dice que sólo ella puede hacerse mejor, especialmente por obtener un montón de descanso. Ella siente como si le estuviera fallando porque ella parece estar empeorando, no mejor.
A medida que la locura del narrador empeora, ella comienza a verse a sí misma luchando contra Jennie y John, ocultando a la mujer secreta que se arrastra de ellos. Se vuelve ferozmente protectora del papel tapiz, y jura que nadie más lo tocará excepto ella.
El narrador va en contra de las normas de la medicina convencional en el momento de ir en contra de sus órdenes de Juan y el diagnóstico para descansar y no pensar en su enfermedad. En cambio, la narradora piensa en su estado nervioso constantemente, se siente culpable por ello, y escribe en secreto contra los deseos de su marido.
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