¡Qué triste me ha sido ese día! Igual a la noche más espantosa me ha llenado de pavor, tedio, aflicción y pesadumbre.
¡Que no se hayan pasado más que dieciséis horas desde que dejé a Lorenzo! ¿Quién lo creyera? ¡Tales han sido para mí! Llorar, gemir, delirar...
Desengañado de las visiones y fantasmas, duendes, espíritus y sombras, me ayudará con firmeza a levantar la losa; haré el robo... ¡El robo! ¡Ay! Era mía; sí, mía; yo, suyo.
¡Suelta el arma, criminal! ¡Atadle! ¡Desde esta noche te puedes contar por muerto, infame!
Tu corazón en que engendras maldades.
Llevadle aprisa, no salgan al encuentro sus compañeros.
¡Delito! ¡Jamás le tuve! ¡Si lo hubiera tenido, él mismo hubiera sido mi primer verdugo!
Lo que me es gustosa es la muerte... ¡Dádmela cuanto antes!
Su delito le turba los sentidos; andemos, andemos.
Salga yo valeroso al suplicio o inocente al mundo. ¡Pero no! Agraviado o vindicado, muera yo, muera yo y en breve.
Poco falta.
¿Estamos ya en la cárcel?
Este hombre quede asegurado; nadie le hable. Ponedle en el calabozo más apartado y seguro.
Sepulcro de vivos, morada de horror, triste descanso en el camino del suplicio, depósito de malhechores, abre tus puertas; recibe a este infeliz.
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