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Los asesinatos de la Rue Morgue

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Text z Príbehu

  • Una persona que escapara por la ventana podía haberla cerrado nuevamente, y el resorte habría asegurado el marco. Pero, ¿Cómo reponer el clavo? Los asesinos tenían que haber escapado por la otra ventana. Suponiendo que los resortes fueran idénticos en ambas, tenía que haber una diferencia entre los clavos o en su manera de estar colocados.
  • Tiene que haber algo defectuoso en el clavo
  • Trepando al armazón de la cama, miré minuciosamente el marco de sostén de la segunda ventana. Pasé la mano por la parte posterior, descubriendo el resorte que era idéntico al otro.
  • Miré luego el clavo. Era tan sólido como el otro y al parecer estaba fijo de la misma manera y hundido casi hasta la cabeza.
  • Al tocarlo, su cabeza quedó entre mis dedos junto a un cuarto de pulgada de la espiga. El resto de la espiga se hallaba dentro del agujero, donde se había roto. Volví a colocar la parte de la cabeza en su lugar y vi que el clavo daba la impresión de estar entero; la fisura resultaba invisible.
  • Apretando el resorte, levante ligeramente el marco; la cabeza del clavo subió con él, sin moverse de su lecho. Cerré la ventana y el clavo dio la impresión de estar dentro.El enigma quedaba explicado, el asesino huyó por esa ventana. Cerrándose por sí misma, la ventana había quedado asegurada por el resorte.
  • La segunda cuestión consiste en el modo del descenso. Nuestro paseo por la parte trasera de la casa me satisfizo al respecto. A unos cinco pies y medio de la ventana en cuestión corre una varilla de pararrayos. Desde ahí habría resultado imposible alcanzar la ventana.
  • Sin embargo, observé que las persianas del cuarto piso pertenecen a esa curiosa especie llamada ferrades. En la parte inferior tienen tablillas que ofrecen excelente asidero para las manos.
  • En este casolas persianas alcanzan un ancho de tres pies y medio
  • Cuando las vimos desde la parte posterior de la casa, ambas estaban en ángulo recto con relación a la pared. Para mí era claro que si se abría del todo la persiana correspondiente a la ventana situada sobre el lecho, su borde quedaría a unos dos pies de la varilla del pararrayos. También era evidente que, desplegando tanta agilidad como coraje, se podía llegar hasta la ventana trepando por la varilla.
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