Las doncellas, aunque le habían quitado el peto y el espaldar, jamás supieron ni pudieron desencajarle la gola, ni quitalle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los ñudos; mas él no lo quiso consentir en ninguna manera y, así, se quedó toda aquella noche con la celada puesta.
Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén del lecho.
Nunca fuera caballero dedamas tan bien servidocomo fuera don Quijotecuando de su aldea vino:doncellas curaban dél;princesas, del su rocino.
Como tenía puesta la celada y alzada la visera, no podíaponer nada en la boca con sus manos si otro no se lo daba y ponía, y, ansí, una de aquellas señoras servía deste menester.
Estando en esto, llegó acaso a la venta un castrador de puercos, y así como llegó, sonó su silbato de cañas., con lo cual don Quijote acabó de confirmar que estaba en algún famoso castillo y que le servían con música.
¡Que hermosa música! Definitivamente sí estoy en un castillo.
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