Soy, Viracocha, del ayllu vecino a la Ciudad Imperial
¿Quién te enseñó a tocar la flauta? ¿Por qué es tan triste tu canción?
No me enseñó nadie, Poderoso. Fue el dolor. Lloro porque mi amada se ha perdido.
donde tu alma olvidará tu dolor y tu quena alegrará el castillo. Tocarás en la quena. ¿Oyes? ¡Voy a hacerte feliz!
El Inca, tu padre, quiere serte favorable: el Hijo del Sol te dará lo que quieras. Pide. Desde hoy vivirás en mi palacio y en mis jardines
No podré serlo nunca, Viracocha. Tú no puedes hacer que ella vuelva del palacio del Sol.
Habla.
Pero sí puedes hacerme menos desgraciado. Voy a pedirte una cosa.
Me dejarás siempre correr el Imperio, pasar de las fronteras, ir por las comarcas, errar por todos los caminos.
Tendrás trajes suaves de alpacas tiernas y siervos que colmen tus deseos. Pero tocarás la quena...
Te daré siervos, te ennobleceré, podrás acercarte a mi trono y marchar en mi comitiva.
Déjame ir por el mundo!... Yo cantaré canciones al Inti en tu nombre.
¡Aiguayá! ... ¡Aiguayá!...
Ve por el mundo, Divino errante. Lleva esta insignia del Inca para que nadie se oponga a tu marcha. Es una pluma de mi diadema... Vé... ¡Yma sumac yaqui!...
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