Después de que la noche de difuntos lo despertara, y no pudiera volver a dormir, decidió comenzar a escribir la historia, que hace poco había oído en Soria.
Dentro de poco sonará la oración la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.
¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?
Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:
Ese monte que hoy llaman de las Ánimas pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí a la margen del río.
Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistando Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente.
Acaban de conquistar Soria.
Cundió la voz del reto del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó cabo. No se acordaron de ellas las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus amigos.
Entre los caballeros de la nueva y poderosa orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo.
Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.
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