En el 94, habia un joven de diecisiete años, que vivía en una hacienda que se nombra Haciendade Gogojito, perteneciente a la municipalidad de Canatlán estado de Durango.Sembraba yo en aquella hacienda a medias con los señores López Negrete. Tenía, además
Por mi ignorancia, o mi inexperiencia, en una de aquellas veces alcanzaron a cogerme entre tres hombres. Me condujeron a San Juan del Río y me metieron a la cárcel a las doce de la noche. Pero como las autoridades iban a hacer sus gestiones para ejecutarme, o más bien dicho, para fusilarme, porque ese era el decreto que estaba dado en mi contra en todo el Estado, a las diez de la mañana me sacaron de la cárcel para que moliera un barril de nixtamal.
Tenia, ademas de mí madrecita y mis hermanos Antonio e Hipólito, mis dos hermanas: una de quince años y laotra de doce. Se llamaba una Martina, y la otra, la grande, Marianita.
Hacienda de Gogojito
Allí tomé una pistola que acostumbraba yo tener colgada de una estaca, regresé a donde se hallaban mi madrecita y mis hermanas y luego le puse balazos a don AgustínLópez Negrete, de los cuales le tocaron tres.
MI pobrecita madre estaba hablando llena de angustia a don Agustín. Sus palabras contenían esto:
¿Porque se quiere llevar usted a una de mis hijas?Señor no sea ingrato!
Dicen que está muy grave. Aquí han mandado de Canatlán hombres armados que andan en persecución tuya.
Cuando yo vi que don Agustín López Negrete iba muy mal herido, y que a mí me habían dejado libre en mi casa, cogí de nuevo mi caballo, me monté en él, y sin pensar en otra cosa me dirigí a la sierra. Aquella sierra que está enfrente de Gogojito se nombra Sierra de la Silla.Otro día siguiente bajé hasta la casa de un amigo mío llamado Antonio Lares y le pregunté:
¿Qué tienes de nuevo? ¿Qué ha pasado con los tiros que le di ayer a don Agustín López?
Dile a mi madrecita que se vaya con la familia a la casa de Río Grande
Yo entonces resolví libertarme de los hombres que me cuidaban. Les eché la mano del metate, con lo que maté a uno, y subí encarrerado por un cerro de los Remedios y que está cerca de la cárcel. Cuando le avisaron al jefe de la policía, todo fue inútil: ya les resultó imposible darme alcance
Mucho nuevo. Para ti, persecuciones.Hermanito porque así me decía-, te tengo dos amigos. Te los voy a presentar por si quieres juntarte con ellos para que ya no lleves esa vida tan pesada. Te los voy a presentar, si quieres, mañana en la noche.
Así fue. Otro día en la noche volví a casa de Jesús Alday. Los amigos que me presentó eran el hoy difunto Ignacio Parra y el hoy finado Refugio Alvarado, en aquella época tan perseguidos comoyo. Al verme estos señores, le dijeron a Jesús Alday
¿Qué tienes de nuevo por aquí?
¿Ve, güerito, toda aquella mulada que está en aquel rastrojo?
Pues toda nos la vamos a llevar esta noche, y usted, güerito, tiene que ir a ahorcar el cencerro de la mulera y a traérnosla cabestreando.
Así lo hice cuando me lo mandaron, que sería como a las once de la noche. Traje la mulera, la agarró el señor Ignacio, y entonces el difunto Refugio Alvarado y yo arreamos la mulada.
La veo; sí, señores.
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