Eulalia quedó convencida cuando pasó más del tiempo pactado de su regreso y no había señales de su amado. A partir de esta decepción amorosa, Eulalia jamás volvió a ser la misma. Malhumorada y llena de amargura atendía con desprecio e indiferencia a los enfermos al grado de cometer negligencias.
Eulalia, hay un enfermo en la camilla numero 35, por favor dale suero y estate al tanto su estado ya que llego con un alto grado de hepatitis b y disminución de la entrada de oxígeno en el pulmón derecho.
Para que atenderlo si ya está en las últimas, de todos modos morirá; todos en este hospital son una pérdida de tiempo.
Nunca había escuchado que dijeras eso, creo que lo mejor seria que te tomaras unas vacaciones y descansaras. Tal vez toda la carga del trabajo y el estrés te están malhumorando.
No, está bien yo seguiré atendiendo, pero solo con decirte desde ahorita que todos morirán.
Ayúdeme enfermera, me siento muy mal.
Ya cállate niño, de todas maneras, en dos días ya no le queda mucho tiempo de vida, dos días máximo y se va a el otro mundo.
Estoy muy arrepentida, no debí haber tratado así a los pacientes. Ahora que me pongo en sus zapatos, tampoco me hubiera gustado que me trataran así.
Con el paso de los años Eulalia también cayó enferma, lo que le sirvió para arrepentirse del mal trato que por décadas les dio a los pacientes.
En lo profundo de su soledad, la reflexión le ablandó el corazón y falleció con el profundo anhelo de enmendar de alguna forma sus errores. Tras la muerte de Eulalia, surgieron cientos de testimonios de gente quien dijo haber visto a una mujer con las características inconfundibles de Eulalia, La Planchada.
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