Diario de un soldado en la guerra de Flandes
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- Este soy yo, Guzmán Alarcón. Soy hijo del hidalgo Luís Alarcón. Vivo junto a mi familia en Valladolid. Me alisté en los tercios reales allá por el 1600 para contribuir en la guerra de Flandes y salvar la mayor cantidad de vidas posibles.
- Pertenezco al tercio flamenco del Archiduque Alberto de Austria. Soy miembro del cuerpo sanitario. Se me enseñó el oficio de cirujano. Mi compañero en el cuerpo sanitario es Francisco Carrillo.
- Mi compañero Francisco es procedente de Burgos. Lo sorprendente es que ninguno de los dos tenemos la apariencia física típica de un soldado. Muchas veces bromeamos sobre la apariencia de estos, con grandes barbas, cicatrices y armaduras que les hace parecer tipos duros pero que en el fondo son buenas personas. El y yo estamos convencidos de lo absurdo que es arrebatar vidas humanas y no comprendemos al resto de compañeros.
- Las armas que se usan en la guerra son crueles; la pica, el arcabuz y el mosquete. Hacen sufrir al herido y no matan al instante. Esto es horrible para un médico porque no puede atender al paciente en condiciones. Se retuercen y gritan de dolor y eso lo único que hace es poner las cosas más difíciles.
- Estar en el campo de batalla ha sido una de mis peores experiencias y que más me han marcado. El miedo de que te maten, la culpabilidad por no poder salvar a tus compañeros y tus ganas de sobrevivir te invaden el cuerpo.
- Desde lejos Flandes impresionaba por su muralla rodeando sus calles estrechas de casitas bajas. El laberinto de diques era bonito pero la constante humedad y niebla metían un frío espantoso en el cuerpo. Menos mal que la cerveza se bebe caliente allí. Cómo echaba de menos mi tierra natal. El sol radiante en el cielo azul encima de la llanura de Castilla. Mi ciudad, Valladolid, con sus elegantes monumentos y grandes festejos quedaba muy lejos, igual que su buen vino.
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