Muy dolido el niño Ernesto con su amigo Pantocha contemplaban la soledad de su pueblo “San Juan de Lucanas” por el abandono de las lluvias y el mal reparto de agua por parte del principal hacendado llamado Don Braulio.
¡Nuestro pueblo está que se seca, ya no habrán maizales, no me gusta para nada!
Todo por culpa de Don Braulio que no reparte la suficiente agua para todos.
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Ya estando en la plaza, Pantocha empezó a tocar su corneta y a hablar a los pobladores para llamarles a una reflexión y hacer respetar sus derechos frente al abuso de los principales de la comunidad que no les daban agua por ser indios.
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Mientras tanto llega a la plaza don Pascual quien ya está decidido a contrariar la voluntad de don Braulio dando el agua de la semana a los comuneros pobres que más la necesitan. Pero llega finalmente don Braulio, borracho, quien al oír que el semanero solo otorgaba agua a los comuneros, se enfurece, saca su revólver y balea a todos.
¡No se corran! ¡Hay que luchar por nuestro derecho!
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Despues de que Pantocha empezara a gritar para animarlos a la resistencia una bala disparada por don Braulio lo alcanza en la cabeza de Pantocha y cae herido y muere.
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Solo el niño Ernesto se llena de coraje y lo enfrenta, llamándolo ladrón y arrojándole la corneta de Pantocha, que acierta en la cabeza de don Braulio, haciéndolo sangrar.
¡LADRÓN!
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Felizmente el niño Ernesto logra huir y se va a la comunidad deUtek’pampa, cuyos comuneros eran indios libres que se hacían respetar.