Un día, regresando a casa, encontró a un cachorro abandonado en una caja. Se conmovió tanto, que decidió adoptarlo.Juan era un niño de 08 años, tímido, miedoso y un poco enfermizo. No tenía amigos en su escuela.
Al ver la alegría de Juan en sus ojos, sus padres accedieron a que se quedara el cachorro y le pusieron por nombre Mateo. Desde ese día Juan y Mateo se convirtieron en amigos inseparables.
La llegada de Mateo hizo que Juan se transformara en un niño alegre, juguetón, dinámico y más seguro. Dejó atrás sus enfermedades, miedos y poco a poco se fue haciendo más sociable en su colegio.
Los años pasaron, Juan se hizo joven y disfrutaba mucho de la compañía de su gran amigo Mateo, pero lamentablemente envejeció y murió.Al principio, Juan se sintió desolado, triste y extrañaba mucho la compañía de su querido perrito Mateo, pero sus padres y amigos lo consolaron y le dijeron que, gracias a él, Mateo había sido rescatado dé morir en la calle y en cambio le ha había dado una hermosa vida hasta el final.
Con el transcurrir de las semanas, Juan reflexiono sobre la muerte de Mateo y comprendió que su partida era parte del proceso de la vida y que lo importante era recordarlo siempre con cariño y sobre todo con gratitud por todos los momentos compartidos.
Juan, ingresó a la universidad y se graduó veterinario y se caracterizaba por ser un buen profesional, amable, respetuoso sobre todo solidario con los animalitos de la calle, a quienes siempre procuraba rescatar y buscarles un buen hogar. Sabía que, en el mundo, había muchas personas que serían felices con un buen amigo como lo fue Mateo para él.