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Melibea, querida. El dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y en hacerme el favor de verte en un lugar tan conveniente para descubrirte mi secreto dolor.

Pues un galardón aún mayor te he de dar, si perseveras.

¡Sempronio!

¿Señor?

No me dejes. ¿Qué piensas de mi mal?

Que amas a Melibea.

Amo a aquella, ante quien tan indigno me hallo, que no la espero alcanzar.

¿Cómo es ella?

Porque halles placer, he de figurártela por partes y por extenso. Comienzo por los cabellos. ¿Conoces las madejas de oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos.

Aunque todo esto sea verdad, tú, por ser hombre, eres más digno. Ella es imperfecta

Así es. Calisto arde en amores de Melibea. De ti y de mí tiene necesidad. Pues juntos nos ha menester, juntos nos aprovecharemos, que conocer el tiempo y la oportunidad hace a los hombres prósperos.

Basta para mí con mover el ojo. Digo que me alegro de estas nuevas, como los cirujanos de los descalabrados.

¡Oh madre mía! Quiero que sepas de mí lo que no has oído, y es que jamás pude, después de que en ti puse mi fe, desear algún bien del que no tuvieses parte.

Abrevia y ve al hecho, que vanamente se dice con muchas palabras lo que en pocas se puede resumir.

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Melibea, querida. El dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y en hacerme el favor de verte en un lugar tan conveniente para descubrirte mi secreto dolor.

Pues un galardón aún mayor te he de dar, si perseveras.

¡Sempronio!

¿Señor?

No me dejes. ¿Qué piensas de mi mal?

Que amas a Melibea.

Amo a aquella, ante quien tan indigno me hallo, que no la espero alcanzar.

¿Cómo es ella?

Porque halles placer, he de figurártela por partes y por extenso. Comienzo por los cabellos. ¿Conoces las madejas de oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos.

Aunque todo esto sea verdad, tú, por ser hombre, eres más digno. Ella es imperfecta

Así es. Calisto arde en amores de Melibea. De ti y de mí tiene necesidad. Pues juntos nos ha menester, juntos nos aprovecharemos, que conocer el tiempo y la oportunidad hace a los hombres prósperos.

Basta para mí con mover el ojo. Digo que me alegro de estas nuevas, como los cirujanos de los descalabrados.

¡Oh madre mía! Quiero que sepas de mí lo que no has oído, y es que jamás pude, después de que en ti puse mi fe, desear algún bien del que no tuvieses parte.

Abrevia y ve al hecho, que vanamente se dice con muchas palabras lo que en pocas se puede resumir.

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Melibea, querida. El dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y en hacerme el favor de verte en un lugar tan conveniente para descubrirte mi secreto dolor.

Pues un galardón aún mayor te he de dar, si perseveras.

¡Sempronio!

¿Señor?

No me dejes. ¿Qué piensas de mi mal?

Que amas a Melibea.

Amo a aquella, ante quien tan indigno me hallo, que no la espero alcanzar.

¿Cómo es ella?

Porque halles placer, he de figurártela por partes y por extenso. Comienzo por los cabellos. ¿Conoces las madejas de oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos.

Aunque todo esto sea verdad, tú, por ser hombre, eres más digno. Ella es imperfecta

Así es. Calisto arde en amores de Melibea. De ti y de mí tiene necesidad. Pues juntos nos ha menester, juntos nos aprovecharemos, que conocer el tiempo y la oportunidad hace a los hombres prósperos.

Basta para mí con mover el ojo. Digo que me alegro de estas nuevas, como los cirujanos de los descalabrados.

¡Oh madre mía! Quiero que sepas de mí lo que no has oído, y es que jamás pude, después de que en ti puse mi fe, desear algún bien del que no tuvieses parte.

Abrevia y ve al hecho, que vanamente se dice con muchas palabras lo que en pocas se puede resumir.

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Melibea, querida. El dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y en hacerme el favor de verte en un lugar tan conveniente para descubrirte mi secreto dolor.

Pues un galardón aún mayor te he de dar, si perseveras.

¡Sempronio!

¿Señor?

No me dejes. ¿Qué piensas de mi mal?

Que amas a Melibea.

Amo a aquella, ante quien tan indigno me hallo, que no la espero alcanzar.

¿Cómo es ella?

Porque halles placer, he de figurártela por partes y por extenso. Comienzo por los cabellos. ¿Conoces las madejas de oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos.

Aunque todo esto sea verdad, tú, por ser hombre, eres más digno. Ella es imperfecta

Así es. Calisto arde en amores de Melibea. De ti y de mí tiene necesidad. Pues juntos nos ha menester, juntos nos aprovecharemos, que conocer el tiempo y la oportunidad hace a los hombres prósperos.

Basta para mí con mover el ojo. Digo que me alegro de estas nuevas, como los cirujanos de los descalabrados.

¡Oh madre mía! Quiero que sepas de mí lo que no has oído, y es que jamás pude, después de que en ti puse mi fe, desear algún bien del que no tuvieses parte.

Abrevia y ve al hecho, que vanamente se dice con muchas palabras lo que en pocas se puede resumir.

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Melibea, querida. El dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y en hacerme el favor de verte en un lugar tan conveniente para descubrirte mi secreto dolor.

Pues un galardón aún mayor te he de dar, si perseveras.

¡Sempronio!

¿Señor?

No me dejes. ¿Qué piensas de mi mal?

Que amas a Melibea.

Amo a aquella, ante quien tan indigno me hallo, que no la espero alcanzar.

¿Cómo es ella?

Porque halles placer, he de figurártela por partes y por extenso. Comienzo por los cabellos. ¿Conoces las madejas de oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos.

Aunque todo esto sea verdad, tú, por ser hombre, eres más digno. Ella es imperfecta

Así es. Calisto arde en amores de Melibea. De ti y de mí tiene necesidad. Pues juntos nos ha menester, juntos nos aprovecharemos, que conocer el tiempo y la oportunidad hace a los hombres prósperos.

Basta para mí con mover el ojo. Digo que me alegro de estas nuevas, como los cirujanos de los descalabrados.

¡Oh madre mía! Quiero que sepas de mí lo que no has oído, y es que jamás pude, después de que en ti puse mi fe, desear algún bien del que no tuvieses parte.

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  • Melibea, querida. El dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y en hacerme el favor de verte en un lugar tan conveniente para descubrirte mi secreto dolor.
  • Pues un galardón aún mayor te he de dar, si perseveras.
  • Porque halles placer, he de figurártela por partes y por extenso. Comienzo por los cabellos. ¿Conoces las madejas de oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos.
  • ¡Sempronio!
  • No me dejes. ¿Qué piensas de mi mal?
  • Amo a aquella, ante quien tan indigno me hallo, que no la espero alcanzar.
  • ¿Cómo es ella?
  • ¿Señor?
  • Aunque todo esto sea verdad, tú, por ser hombre, eres más digno. Ella es imperfecta
  • Que amas a Melibea.
  • Abrevia y ve al hecho, que vanamente se dice con muchas palabras lo que en pocas se puede resumir.
  • Basta para mí con mover el ojo. Digo que me alegro de estas nuevas, como los cirujanos de los descalabrados.
  • ¡Oh madre mía! Quiero que sepas de mí lo que no has oído, y es que jamás pude, después de que en ti puse mi fe, desear algún bien del que no tuvieses parte.
  • Así es. Calisto arde en amores de Melibea. De ti y de mí tiene necesidad. Pues juntos nos ha menester, juntos nos aprovecharemos, que conocer el tiempo y la oportunidad hace a los hombres prósperos.
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