El Concierto
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- Dentro de pocos minutos ocupará con mucha elegancia su lugar en el piano. Va a recivir un ruidoso homenaje del público. Su vestido de lentejuelas brillará.  
- Se iluminará como si la luz se reflejara sobre el vestido, el apresurado apluso de las ciento diecisiete personas que llenan esta exclusiva sala, en sonde mis amigos aprobarán o rechzarán.
- Bach, Mozart, Beethoven, estoy acostumbrado a escuchar que son incomparables. En lo íntimo estoy seguro de que no me agradan.
- Nunca he sido un amante del arte, si mi hija no se le hubiera venido la idea de ser pianista, no estaría ahora en este problema. Pero soy su padre  y es mi deber apoyarla. 
- Lo repito, no soy un artista. Soy un hombre de negocios y solamente me siento feliz cuando manejo las finanzas. 
- La música es bella, pero ignoro que mi hija sea capaz de hacer esa belleza. Ella misma lo dice. Por otra parte, si alguien aplaude sin fervor, mi hija tiene la fecultad de descubrirlo.
- Cuando ella se da cuenta, eso basta para que sufra y lo odie para siempre. A veces esperan a que me canse para terminar de aplaudir, y entonces miro como observan mis manos.
- Un odio continuo y creciente se ha apoderado de mí, pero yo mismo soy falso y engañoso. Ahora les cuento cobre los otros que me irritan. Se sientan en las primeras butacas y a cada momento anotan algo en sus libretas.
- Reciben pases gratis que mi hija escribe, y envia personalmente. También los aborrezco, son los periodistas. Claro que me temen y con frecuencia puedo comprarlos. En ocaciones han dicho que mi hija es una pésima pianista.
- Mi hija no lo es, me lo afirman sus profesores. Ha estudiado desde pequeña y mueve los dedos con más soltura y agilidad que cualquiera de mis secretarias.
- Tener un padre poderoso ha sido favorable para mi ella. Me pregunto que hablaría la prensa sobre ella, si yo no fuera su padre esto no nos ha traido más que insertidumbre e insomnio.
- Pero nadie iba a decir hace veinte años que yo iba a estar donde estoy hoy. Si ella no fuera mi hija diría que la odio. Que cuando la veo en el escenario aparece un rencor.
- Ya se ha hecho el silencio que presagia su salida. Pronto sus dedos armoniosos estarán sobre el teclado, y yo estaré sufriendo una vez más.
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