En 1910 tradujeLes chants de Maldorordel Conde de Lautredamont, que publicó en la revistaLetras.
Mis expresiones literarias siempre tenían una fuerte tristeza. Ninguno de mis amigos tomaba en serio mi amenaza de que cuando se acabara el dinero de la herencia me suicidaría
Pero, pocos días después de mi luna de miel con mi esposa Carmen Roza Sánchez, con quien me case el 15 de octubre de 1912, morí de una sobredosis de morfina.
La pena… La melancolía…La tarde siniestra y sombría…La lluvia implacable y sin fin…La pena… La melancolía…La vida tan gris y tan ruin.¡La vida, la vida, la vida!La negra miseria escondidaroyéndonos sin compasióny la pobre juventud perdidaque ha perdido hasta su corazón.¿Por qué tengo, Señor, esta penasiendo tan joven como soy?Ya cumplí lo que tu ley ordena:hasta lo que no tengo, lo doy…
Mi vida, breve y precoz, se había hundido en un profundo pesimismo, dominado por la tristeza y la nostalgia; anhelaba retomar el ambiente intelectual como la de Francia, pero sabía, que no volvería. Mi escasa producción fue recogida y publicada por mis amigos en el libro tituladoLa flauta de Ónix(1960). Se que soy recordado en Ecuador como el primer poeta que agitó en los albores del siglo XX la bandera de un nuevo modo de hacer poesía.