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  • Acto 2
  • Quien está ahí, a eres tú, ¿qué estás haciendo aquí?
  • Estoy aquí para conocer a mi destino.
  • No se preocupen, estoy bien, mi hija puedes casarte con él, pero con una condición, que se vuelva medico
  • Tengo malas noticias, vuestro padre acaba de fallecer
  • Qué terrible infortunio. Dios mío…! ¡Quién me iba dedecir que iba a perder a mi padre, que era lo único que me quedaba en elmundo, y que lo iba a perder en un momento en que se hallaba irritadoconmigo…! ¡Qué será ahora de mí, ni qué consuelo podré hallar en estapérdida tan grande!
  • Lo siento Cleonte pero cancelare nuestra boda porque ese fue su deseo de mi padre antes de morir.
  • Muchas gracias padre
  • ¡Qué catástrofe!
  • He aquí el asunto. A unpastor que asiste al espectáculo vienen a distraerle de su atención unaspalabras violentas que escucha a su lado. Se vuelve, y viendo a un bárbaro queinsulta brutalmente a una pastora, toma la defensa del sexo al que todos loshombres deben homenaje. Primeramente aplica al grosero él castigo quemerece su insolencia; después, acudiendo al lado de la pastora, descubre losojos más lindos que jamás se hayan visto, vertiendo las lágrimas más bellasdel mundo. «Pero ¿es posible —se dice— que haya alguien capaz de ofender asemejante criatura…? ¿Qué inhumano salvaje no se estremecería ante estaslágrimas?» El pastor procura contenerlas, y de tal modo la amable pastoraagradece su solicitud; con tal encanto, tan tierna y apasionadamente, que elpastor no puede resistir, y cada palabra, cada mirada es un dardo inflamadoque penetra en su corazón. «¿Hay algo que pueda merecer tal reconocimiento?—dice él—. ¿Y qué no haría yo…, qué servicios y a qué peligros no mearrojara por merecer un solo instante la atención de alma tan generosa…?» Elespectáculo transcurre sin que él le preste la menor atención, y sólo al terminarencuentra que ha sido demasiado breve, pues ha de separarse de ella… Estaprimera entrevista, estos solos momentos, producen en su corazón la violenciade un amor alimentado por los años. Hace los imposibles por volver a verla;pero como la vigilancia en que ella vive se lo impide, se resuelve a pedir sumano y obtiene de ella el consentimiento para hacerlo, a la par que le adviertede que su padre ha concertado su matrimonio con otro, y que todo está yadispuesto para la ceremonia. ¡Juzgad qué golpe tan cruel para el corazón deaquel triste pastor…! Un sufrimiento moral le aniquila, y no pudiendo soportarla idea de ver a la que ama en brazos de otro, su amor desesperado le haceimaginar una trama con que introducirse en casa de la pastora para conocer sussentimientos y escuchar de sus labios cuál es el destino que le aguarda. Alllegar, ve los temidos preparativos y conoce al indigno rival que el capricho deun padre opone a las ternezas de su amor. Ve a ese rival ridículo, triunfante allado de su amable pastora y poseído como el que ha hecho una conquista. Estapresencia le llena de tal cólera que apenas puede dominarse; miradolorosamente a la que ama, y por respeto a ella y a la presencia del padre,guarda silencio, expresándose sólo con los ojos, hasta que, al fin, no pudiendocontener los transportes de su pasión, habla así:
  • Cantando
  • ¡Basta, basta ya…! ¡La tal comedia es escandalosa! Esepastor Tirsis es un impertinente, y la pastora Filis, que habla de ese mododelante de su padre, es una impúdica. A ver esos papeles… ¡Ya, ya! ¿Dóndeestá aquí la letra que habéis cantado? Aquí no hay más que música.
  • Mi sufrir, bella Filis,es excesivo sufrir.Este duro silencio rompamosy nuestro pecho abramos.Mi destino mostradme:¿vivir debo o morir?
  • Ya me veis, Tirsis, triste y melancólicaante los desposoriosque tanto os acongojan.Levanto al cielo los ojos,os miro,suspiro…¿qué más puedo decir?
  • Disculpe señor será mejor que me baya
  • ¡Bah, bah! Todo esto vendrá con el matrimonio.
  • En mí ya nació, señorita, y por mi parte no hay nada queaguardar.
  • Os ruego, por favor, que no precipitéis las cosas.Concedednos el tiempo necesario para que nos lleguemos a conocer y para quenazca entre nosotros la inclinación indispensable en toda unión.
  • Si vos sois tan súbito, a mí no me sucede lo mismo; y osconfieso que vuestros méritos aún no han logrado hacer una gran impresión enmi alma.Dadme tiempo, padre mío, os lo ruego. El matrimonio esuna cadena a la cual no se debe ligar nadie violentamente; y si el señor es unhombre honrado, no debe aceptar por esposa a una mujer que se uniría a él porla fuerza.
  • Despues de muchas discuciónes, Beraldo su hermano de Argante biene a bicitarlo.
  • ¡No me hables de esabribona…! ¡Es una pícara, impertinente y desvergonzada, a la que encerraré enun convento antes de cuarenta y ocho horas!
  • ¡Hola, hermano! Venía a proponerte un gran partido para mi sobrinaAngélica.
  • ¡Esto va bien! Veo que recuperas las fuerzas y que mi vistate da ánimos. Ya hablaremos de eso luego. Ahora vamos a distraernos; eso tequitará el enojo y dispondrá tu ánimo para lo que hemos de tratar después. Mehe tropezado con una comparsa de gitanos disfrazados de moros que bailan ycantan, y persuadido de que vas a divertirte, lo que vale tanto como una recetade Purgon, la he hecho venir… ¡Vamos!
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