Cuando Lucero cumplió trece, la llevamos a comprarle un vestido. La empleada de la tienda fue muy grosera, pero el carisma de Lucero salió a relucir. Al final compramos un lindo vestido azul en otra tienda.
¿Le vas a pegal estellas, mamita chula?
Para su fiesta, todos los invitados eran amigos de su escuela. Realmente no conocía a nadie más. Habíamos tenido malas experiencias con los demás niños...
¡Tú no, niña!
Para la fiesta, compramos un pastel muy grande, y una piñata de estrella. Cuando mi papá supo de los invitados, dijo que le ponía triste ver a tantos niños "enfermos".
¡Alfredo por favor!
A pesar de todo, en la fiesta estuvo bastante animado, aunque Lucero no estuvo muy contenta con esto.
A ti no te envito a mi festa.
Cuando iban a romper la piñata, Lucero se negó a romper la estrella, y mi abuela Esperanza, al intentar quitarle el bate, el ambiente se alborotó bastante.
¡Váyanse todos!
¡Esa niña está loca!
Al final del día, los invitados se fueron, mas no disgustados, pues estaban acostumbrados. Lucero decidió conservar la piñata en su cuarto.
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