Un domingo por tarde... María Isabel, una estudiante, se encontraba viendo TV, y salió una noticia que le intereso, sobre cómo había afectado la pandemia en su salud emocional.
He cambiado mucho, no soy la misma de antes, no pensé conocer esta versión de mí.
Numerosos recuerdos comienzan a invadir su mente...
Antes iba al colegio, me distraía con mis amigas, ahora estoy en casa, no es que me guste salir, pero me siento un poco estresada.
De pronto llega su madre a invadir sus pensamientos.
Ok, ya voy mamá–últimamente hemos comenzado a asistir a misa a escuchar la palabra de Dios, para que nos ilumine, y nos guíe por el camino del bien.
Ya nos vamos
Se encuentra María y su madre ya en la parroquia, hacen el saludo correspondiente hacia el señor y buscan un asiento. La misa comienza.
En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. El señor este con vosotros… Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa….
La misa transcurre, hasta llegar a la parte del evangelio, el sacerdote comienza con la lectura del evangelio, todos escuchan atentamente.
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí…
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro – todos realizan la respectiva señal.
En casa... María Isabel va a su habitación a terminar con un trabajo y de repente piensa sobre la importancia de tener a Dios en nuestras vidas.
La oración nos permite comunicarnos con Dios, desde hoy comenzaré a orar, he dejado de hacerlo. Ahora terminaré con este trabajo.
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