EL CHOLO QUE ODIO LA PLATA
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- –¿Sabés vos Banchón?
- -¿Qué don Guayamabe?
- -Los blancos son unos desgraciados. -Mei Jodío, como naide en estas islas
- Tenés razón.
- Lo que me calienta es que todito se lo llevan los blancos. ¡Los blancos desgraciaos…!
- Le prendió fuego a sus canoas y balandras. A sus casas y sus redes.
- Sí, de verdá. Tenés razón… Los blancos son unos desgraciaos…
- Banchón trabajó. Banchón reunió dinero. Banchón puso una cantina. Banchón –envenenando a su propia gente– se hizo rico. Banchón tuvo islas y balandras. Mujeres y canoas…
- Un dia
- La plata. ¡La mardita plata! se le enroscó en el corazón, tal que una equis rabo de hueso.
- Después de meditar se decidió… Para que Banchón –su viejo amigo– no lo botara más nunca. Para que Banchón se casara con su hija. Para que Banchón fuera bueno…
- La plata esgracia a los hombres…
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