Cuenta la historia de un niño mestizo llamado Ernesto, sobrino de uno de los dueños de la hacienda Viseca. Aquel niño vivía enamorado de una india llamada Justina.
¡Justina! ¡Ay, Justina! te pareces a las torcazas de Sauciyok’!
¿Y el kutu? ¡Al Kutu le quieres, su cara de sapo te gusta!
¡Déjame, niño Ernesto! Feo, pero soy buen laceador de vaquellas y hago temblar a los novillos de cada zurriago. Por eso Justina me quiere.
Pero su amor de ella le pertenecía a un indio llamado Kutu, para Justina no es mas que una broma de niños
¡Déjame, niño, anda donde tus señoritas!
En la hacienda vivia Don Floylan, un hombre a quien todos tenian miedo en la hacienda Viseca, era un patron muy malo
Cierto dia Kutu le conto al niño Ernesto que su amo Don Floylan habia abusado de Justina
El niño Ernesto una noche acompaño a Kutu para la paliza de los inocentes becerritos y le increpo de cobarde y asesino de animales
¡Ayer no más le ha forzado; en la toma de agua, cuando fue a bañarse con los niños!
¡Mentira, Kutu, mentira!
¡Mentira, Kutu, mentira! ¡Tienes miedo como mujer!
¿Y por qué no matas a don Froylán?
¡Don Froylán le ha abusado, niño Ernesto!
Kutu al no soportar tan humillante hecho decidio marcharse de la hacienda y Ernesto se quedo junto a Justina. Al final Ernesto es llevado a otro lugar, donde recuerda ya de adulto su warma kuyay.
Kutu encontro una manera de vengarse contra su amo, y era golpeando ferozmente a los becerritos
¡Sus hijitos, son nueve! Pero cuando seas abogau ya estarán grandes.
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