Así diciendo, cambió la mente de su hermano con la oportunidad exhortación. Repelió Menelao al héroe Adrasto, que, herido en el ijar por el rey Agamenón, cayó de espaldas. El Atrida le puso el pie en el pecho y le arrancó la lanza
Néstor, en tanto, animaba a los argivos, dando grandes voces:
!Oh queridos, héroes dánaos, servidores de Ares! Nadie se quede atrás para recoger despojos y volver, llevando lo más tranquilidad despojaréis en la llanura los cadáveres de cuantos mueran.
!Eneas y Héctor! Ya que el peso de la batalla gravita principalmente sobre vosotros entre los troyanos y los licios, porque sois los primeros en toda empresa, ora se trate de combatir, ora de razonar, quedaos aquí, recorred las gilas, y detened a los gurreros antes que se encaminen a las puertas
Así diciendo les excitó a todos el valor y la fuerza. Y los troyanos hubieran vuelto a entrar en Ilión, acosados por los belicosos aqueos y vencidos por su cobardía, si Heleno Priámida, el mejor de los augures, no se hubiese presentado en Eneas y a Héctor para decirles:
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