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Leopoldo (Sus trabajos)

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  • Le gustaba sentarse frente a la puerta de la calle, para ver quien entraba. Cuanto ésta era de#160; género femenino, Leopoldo dejaba su libro y se dedicaba a observar, a él le gustaban los cuerpos bien formados, pero la razón era literaria.
  • Casi con orgullo,  Leopoldo Ralón empujó la puerta giratoria de la bblioteca. Rocorrió las mesas, con un amplio y cansado vistazo, en busca de un lugas cómodo. Abriéndose paso por medio de repetidos "con permiso" que no pronunciaba. Tuvo la fortuna de encontrar su lugar preferido.
  • Leopoldo, estaba convencido de que podía escribirse un cuento de cualquier cosa. Había descubierto que los mejores cuentos, y aun las mejores novelas, están basados en hechos triviales y cotidianos. Leopoldo tomó nota de aquellas memorables palabras.#160;
  • Leía , tomaba notas, observaba; sólo tenía amigos escritores, pensaba, comía dormía y hablaba como escritor. Pero era presa de un temor cuando se trataba de tomar la pluma. Sin experiencias no hay artista. Vivía entonces en una pensión, era estudiante de secundaria y estaba enamorado de la hija de su patrona.
  • Él era un escritor minucioso y a partir de los diecisiete años había concedido su#160; tiempo a las letras. Leopoldo adolecía, sin embargo de un defecto no le gustaba escribir.
  • Tranquilo ante la perspectiva de desarrollar esta maravilla, Leopoldo abrió el libro de Katz y busco el capítulo referente a los instintos del perro, pero antes se detuvo en la s páginas del picoteo de las gallinas. Cada gallina picoteaba a la otra y él triste lo relacionó con la sociedad humana.#160; Tomó algunas observaciones para escribir un cuento satírico.#160;
  • De manera que a pesar de la amistad que decía profesar a todos, no prestaba nunca servicio gratuito. Así que manifestar falta de apetito y encontrarse purgado jamás estaban separados. Leopoldo tomó su libreta y escribió: "consultar si un cuento sobre un médico así no se ha escrito y si es el caso empezar a trabajar desde mañana.#160;
  • Aquí Leopoldo no pudo evitar una sonrisa, pensaba en un cuento sobre su primer impulso de convertirse en escritor, pero el recuerdo médico desvió sus pensamietos. Sin duda, era otro buen tema. El médico, había terminado sus estudios hace nueve años, pero siguió de pensionista-
  • Estaba escribiendo un cuento sobre un perro hace más o menos siete años. El argumento era muy sencillo, un pequeño perro de la ciudad se veía de repente trasladado al campo, la pobre bestia tenía que enfrentarse contra un puercoespín. Decidir quién resultaba vencedor le fue muy difícil ua que po cualquier opción lo podrían tomar en mal.
  • La psicología comparada era algo que todo escritor debía conocer. Todavía antes de llegar al capítulo de los perros, Leopoldo miró detenidamente a una muchacha que entraba. Ahora sí. Ahí estaba el capítulo. Pasaría desde luego a su libreta cualquier dato. Sus ojos cansados, circuidos por profundas ojeras azules que le daban un notorio aspecto intelectual.#160;
  • "Usted coomprende mejor que yo que si las cosas siguen así, el negocio se vendrá abajo. En tal caso, me veré obligado a sugerir la busqueda de un nuevo gerente... Con unas plumas menos la vendedora principal picotea a su más cercana subordinada, picoteará a su novio, a su madre, quien..."#160; En efecto concluyó Leopoldo se podría escribir un buen cuento.
  • Si alguien había escrito en tablillas de cera hace dos mil años antes podía estar en sus manos, y todo eso le parecía perfecto. Hubo un momento en que le pareció que el perro triunfara. Pero él nunca había visto un puercoespín, así que investigó. El detalle de que este animal estubiera cubierto de espinas, le daría la oportunidad de referirse a las sociedades humanas. Ya tenía bastante con lo de ciudad-campo.  También pensó en que el perro podría ser un león, pero no funcionaba.
  • Durante meses este dilema obsorbió todo su tiempo. Sus amigos le recomendaron ver a un doctor ya que estaba más preocupado, ojerudo y pálido que nunca. "Estoy escribiendo un cuento, no es nada" respondió. A él no le preocupaba la gloria. Un día vio su nombre en el periódico: "El escritor Leopoldo Ralón publicará en breve un libro de cuentos". A veces no los terminaba o le ocupaba meses encontrar la palabra correcta.
  • El ingeniero nunca se djio intimidar ni se dejó recetar nada . Así que empezaron las etapas del odio. Que si el ingeniero se enfermaba hacpia como los perros: dejaba de comer. Que cuando más iba él mismo a la farmacia, pedía un purgante y se lo tomaba sin decir nada." ¡Qué bárbaro, qué cuento! "Para concluir, dejar pasar un tiempo y reunirlos a todos en la sala con el pretexto de una fiesta familiar. Después con sencillez, describir cómo habrían encontrado a este último en su cuarto con un puñal en su mano ensangrentado en la mano y contemplando el cadáver de su enemigo tendido en un charco de sangre bien roja. Desgraciadamente, Leopoldo no podía solucionar su cuento que el perro purgara por puro instinto.
  • En la mesa, al lado del médico , se sentaba el ongeniro,. A diferencia del "licenciado" no hablaba casi nunca. Se podía hacer una buena novela. "Un mediodía caluroso, vimos por primera vez al ingeniero. Al verlo ¿quién iba a pensar que dentro de él hubiera un criminal? Recuerdo que la cosa empezó cuando el médico, con su solicitud de costumbre, le dijo al ingeniero: "No quisiera alarmarlo, cuando apenas si hace dos días que usted nos honra con su presencia. Pero sería un grave cargo de conciencia de no haberle advertido que en sus ojos cansadas, permítame decirle, señor, que su hígado no marcha bien.
  • La desleal competencia haría decaer el interés del lector. Tenía que ser un puercoespín. Eran más probabilidades de derrota. Leopoldo sufrió un a desilusión al enterarse que los perros no son tan inteligentes. Su instinto era asombroso pero de inteligencia nada. Pensó con tristeza que el pobre animal era capaz de morderle el pescuezo a un jabalí, pero nunca, de tirarle una piedra a la cabeza a su enemigo. Toda su adolecencia, si bien se veía, estaba llena de grandes temas para cuentos.
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