Érase una vez, había una ciudad costera llamada Cecropia, en la que sus habitantes vivían felices.
¡Hola! ¿Qué tal?
¡Muy bien! ¿Qué te trae por aquí?
En el olimpo, los dioses Atenea y Poseidón discutían por ser el patrón de Cecropia.
¡No, no! ¡De eso nada! Yo seré su patrona y le pondrán mi nombre a la ciudad.
¡Y voy a ser el patrón de Cecropia y le cambiarán el nombre a Poseidonia!
¡Basta ya! ¡Dejad de discutir y entregad un regalo! Los habitantes elegirán quién será su protector.
Entonces, Zeus intervino y les dijo a los dioses que entregaran un obsequio a dicha ciudad.
Poseidón, al entregar su regalo y ver la reacción de los habitantes, quedó un poco decepcionado...
¡Cecropia, aquí tenéis mi regalo! Es un manantial, para que la sequía no os afecte.
¡No nos sirve! Es de agua salada y nosotros necesitamos agua dulce.
¡Este es mi regalo! Es un olivo que os proporcionará alimento, madera y aceite.
Por el contrario, Atenea se llevó una alegría al ver que a los habitantes les gustó su regalo.
¡YUJUUUUUUUUUUUUUUUUUU!
El rey habló por el pueblo y anunció que elegirían a Atenea como patrona de la Ciudad, cambiando el nombre de Cecropia a Atenas. Poseidón se enfadó muchísimo, al ver que había perdido contra su sobrina.
¡YUJUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!
Atenea, por ti cambiaremos el nombre de nuestra ciudad. A partir de ahora, Cecropia pasará a llamarse Atenas.
¡Mecachis!
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