Y me trae a este sitio misterioso poder... La efigie de esa tumba me ha invitado. Heme aquí pues, Comendador, despierta.
¡Jamás creí en fantasmas!
¡Ay de mí! ¡No son sueños... ellos son! Pavor jamás conocido el alma me asalta, me va faltando el sentido.
Aquí me tienes, he aquí los que tu eterno castigo reclamando están. Se va concluyendo tu existencia. Te doy aquí fuego y allí ceniza, lo que tú serás. Ese reloj es la medida de tu tiempo. El plazo va a expirar, el capitán te mató.
Que mueras para llevarse tu alma. Ya tu vida toca a su fin. ¡Conmigo al infierno ven!
Tarde la luz de la fe penetra mi corazón. No hay perdón para mí. ¿Qué me auguráis, sombras fieras? ¿Qué esperáis de mí?
¡Señor ten piedad de mí!
Mi mano asegura esta mano. Dios perdona a Don Juan. Desvaneceos; Su fe nos salva. Dios concedió a mi afán la salvación de Don Juan. Los justos comprenderán que el amor salvó a Don Juan
¡Suéltame la mano!
¡Clemente Dios, gloria a ti!
Ocupad, sombras, vuestras urnas sepulcrales; Volved a los pedestales animadas esculturas; Y las celestes venturas empiecen para Don Juan en las mismas sepulturas.
¡Suéltame la mano!
Sus almas salen y se pierden en el espacio... Fin.
¡Suéltame la mano!
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