No me agrada como las personas me ignoran a mí y a ese pobre hombre ahogado.
Después de dieciocho días de mala mar, la señora Prudencia Linero llega al puerto de Nápoles, con la misión de conocer al Sumo Pontífice y confesarse con él.
El hedor de este puerto me recuerda a Riohacha.
Señora, usted lleva mucho tiempo esperando a un cónsul que seguramente no vendrá. Es mejor que descanse hasta mañana.
Teniendo varias horas de esperar al cónsul con las indicaciones del trayecto a Roma, un oficial le sugiere a Prudencia hospedarse en un hotel hasta que abra su oficina.
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El cónsul es amigo de mi hijo, quien me va a guiar en mi viaje a la capital. Aún así, me hospedaré en un hotel.
¡Brrrrum, brrrrum!
Te llevaré al hotel más decente de Nápoles.
HOTELTercer pisoComedor incluido
La señora Prudencia es llevada a un hermoso hotel con comedor. Sin embargo, cuando ve la imagen perturbadora de diecisiete ingleses dormitando en las poltronas, esta decide irse.
Bienvenida al hotel, señora.
Me gustaría ir a otro piso.
Este es un sitio muy bello, pero esos ingleses de rodillas rosadas me recuerdan a las presas de cerdos encontradas en las carnicerías.
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