El rostro de Félix era melancólico. La criatura, el monstruo de Frankenstein, observó que Félix era el más triste de su familia y parecía sufrir más profundamente que ellos.
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La actitud de Félix cambió cuando vio a Sophia montando a caballo. Félix parecía embelesado y se llenó de alegría cuando vio su rostro. Todo rastro de tristeza desapareció de él.
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La presencia de Sophia difunde alegría por la cabaña y disipa su tristeza. Félix en particular estaba feliz y con una sonrisa recibió a su árabe.
La choza de la criatura
A la mañana siguiente de su llegada, Sophia se sentó junto al anciano y tomó su guitarra. Ella comenzó a cantar y a tocar melodías tan hermosas que arrancaron las lágrimas del anciano.
Sophia se esforzó por aprender el idioma de Félix y su familia.
El monstruo de Frankenstein pensó que sería una gran idea seguir y escuchar las instrucciones que Félix le dio a Sophia sobre el idioma que adquirió para aprender. Mejoró más rápidamente que el árabe y pudo comprender e imitar cada palabra que se pronunciaba.
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