Entre varios de los fundadores de la comunidad de buzos le dieron labienvenida a la maestra y le ayudaron a levantar su tugurio, a veces hastacon piezas generosamente donadas de tugurios vecinos. Única, que era unaoptimista indoblegable, se sintió feliz y segura en su nueva casa.
-Podría ser peor.-No exagero.
No exagere, doña Única.
Ese domingo fue para Única el primero de su vida que recordaba sin lamisa de siete. Durante toda la mañana, el sentimiento de haber ofendido alcura le pesó como una maldición, pero por más que repasó de memoria laescena, no halló por ninguna parte motivo alguno para haber sido tratadaasí.
Nada de eso sirve, doña Única. Usted tiene que buscar, o lo que secome, o lo que se vende.
Asco da no comer
Única Oconitrillo contaba sudelantal. Se enfundó en él, respiró profundo y salió a sumarse a sus vecinosque ya buceaban desde hacía casi una hora. A media mañana ya ella habíallenado dos bolsas de mercado.
¿Y no les da asco?
—No llore, niña Única. Al principio cuesta mucho, pero después todo elmundo se acostumbra.
El amor al projimo es muy importante
Única Oconitrilloquedó convencida de que le habían revelado una verdad: “Asco da nocomer”. Nunca más le volvió a hacer muecas al pan de cada día, aunque nopor ello abandonara su corazón el sentimiento de que un botadero no eralugar para los seres humanos.
Ella es maestra
talvez tenga razon
El primer domingo del quinto mes de afincada en el botadero, Únicaperdió su última inocencia cuando el cura de la iglesia no la dejó entrar amisa y le pidió que no volviera más mientras no encontrara trabajo y sepresentara decentemente a la casa de Dios, y no así, que hasta dejabahedionda la banca donde se sentaba.
Dios no desprecia a ninguna de sus criaturas
Dios manda en el cielo, pero aquí mando yo, y a mí no me gusta quela iglesia se llene de vagabundos.
—¡Como si fuera basura!, dijo en voz alta. Cuando se escuchópronunciar aquel reclamo, una espantosa claridad le embargó el alma:—Claro, es que a nosotros nos ven como si fuéramos basura -lahumillación se le volvió agua de mar en los ojos, lágrimas saladas ypicantes la obligaron a meter la cara en la cubeta del agua, y no se dejóahogar ahí mismo porque ya había optado por la vida.—¡El muy hijueputa!
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