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Las tres cerditas (parte 3)

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Las tres cerditas (parte 3)
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  • Hermanita, ¿puedes traerme la aguja e hilo por favor?
  • Ok
  • ...pero, ¿por qué mi barriguita está tan hinchada?
  • Creo que me desmayé por soplar demasiado. Supongo que por eso me duele mi garganta
  • *Yawn
  • Después, la cerdita mayor les dijo a sus hermanas que le traigan aguja e hilo, así que cerró el vientre de la loba al coser.
  • Eso no fue propio de una dama...
  • BURP
  • Para castigarla, ellas trajeron tanques de aire y pusieron la manguera en el hocico de la loba. Después de unos minutos ya habían inflado la panza de la bestia por lo que sacaron la manguera y se fueron a construir nuevas casas, esta vez las hermanas menores aprendieron que deben esforzarse para hacer las cosas bien.
  • Estas cerditas no pesan mucho, pero ¡hacen que mi pobre panza duela demasiado!
  • BURP
  • ¡Ellas también me causan gas! 
  • Mientras tanto, después de unas horas, la canina se había despertado y se dio cuenta de que se había desmayado, también notó lo llena que estaban sus tripas, pero no vio los puntos en su abdomen ni sospechó lo que había sucedido mientras dormía.
  • Ya no comeré cerditas nunca más
  • Entonces la loba se sentó y al ver lo enorme que había crecido su panza, pensó que se había comido a la tercera cerdita, así que apretó su estómago con sus patas delanteras para ver si sentía a las cerditas, pero, cuando la loba tocó su barriga, una ráfaga de aire subió por su garganta y lo expulsó con un fuerte eructo. Ella se había sentido tan avergonzada que sus mejillas se pusieron rosadas.
  • Poco después, la loba se levantó para regresar al bosque, pero sus intestinos, aunque pesaban poco, le dolían por el aire que los llenaba. Además, la panza de la fiera era tan grande que cuando caminaba sus piernas la tocaban, haciéndola eructar, esto hacía que le doliera la garganta por la cantidad de aire que salía de su estómago.
  • Luego de unas horas, la loba intentó cazar para distraerse del dolor en su vientre pero sus grandes eructos alertaban a sus presas por lo que ella no pudo atrapar a ninguna. Entonces, la loba se detuvo y se sentó, ella creyó que si su hocico estaba cerrado el gas no saldría, por lo que tapó su hocico con una de sus patitas y con la otra apretó su estómago, aunque ella no eructó, el gas salió por su trasero. La loba se había avergonzado tanto que decidió que no volvería a comer cerditas.
  • FART
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