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- Desde ese momento, Santiago también se volvió adicto, no porque Esteban le quisiera dar, sino porque Santiago quería experimentar.
- De nada. Los consigues donde el señor de los dulces en el callejón, se llama Humberto. También vende dulces de otros colores, como rosado o verde.
- ¡Muchísimas gracias! Quería experimentar con esto.
- Entendido, gracias por la información.
- Hola, señor Humberto.
- Mi amigo Esteban, seguramente ya lo conoce. Le iba a pedir un favor. ¿Me da una bolsa pequeña del dulce rosado? Gracias.
- Ya te la doy. Serían diez mil pesos.
- ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién te lo dijo?
- Todos los días, Santiago venía a pedirle al señor Humberto bolsas pequeñas de sustancias psicoactivas.
- ¡Qué bueno! El chico Esteban me está dando más clientes.
- Así se pasaba el día Santiago, consumiendo SPA porque siempre quería experimentar algo nuevo.
- ¡Qué placenteros son esos "dulces"!Aunque la verdad no son dulces, son otra cosa, pero muchísimo mejor, al menos para mí.
- Estas sustancias están muy buenas, perfectas, placenteras.
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