Siendo honesta, no me gusta, ¿y si te pruebas otro?
Mia y Sara eran muy buenas amigas. Un día, fueron a comprarse ropa y Mia pidió la opinión de Sara acerca de un vestido. Sara se la dio con sinceridad.
Sin embargo, Sara se sintió ofendida y se marchó llorando de la tienda dejando allí a su amiga.
Gracias, mamá.
Sara se quedó muy triste y apenada por la reacción de su amiga. No entendía su enfado ya que ella sólo le había dicho la verdad.
No te preocupes amiga, todos nos equivocamos.
Perdóname, Sara. No fue correcta mi reacción.
Al llegar a casa, Mía le contó a su madre lo sucedido y su madre le hizo ver que su amiga sólo había sido sincera con ella y no tenía que molestarse por ello.
Sara reflexionó y se dio cuenta de que su madre tenía razón.
Al día siguiente fue corriendo a disculparse con Sara, que la perdonó de inmediato con una gran sonrisa. Desde entonces, las dos amigas entendieron que la verdadera amistad se basa en la honestidad.
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