Dentro de escasos minutos ocupará con elegancia su lugar ante el piano. Va a recibir con una inclinación casi imperceptible el ruidoso homenaje del público. 
Si mi hija  no se le hubiera ocurrido ser pianista yo no tendría este problema. Pero soy su padre  y es mi deber, tengo que oírla y apoyarla. Soy un hombre de negocios y solo me siento feliz cuando manejo las finanzas
Mis amigos tampoco son artistas. Me gusta mortificarlos, pero no me preocupan. Son otros que me irritan. Se sientan siempre en las primeras filas y a cada instante anotan algo en sus libretas.
Si no fuera porque es mi hija confesaría que la odio. Que cuando la veo aparecer en el escenario un persistente rencor me hierve en el pecho.  Es mi hija, claro, pero por lo mismo no tenía derecho a hacerme eso
Ella se llenara de orgullo y me leerá en voz alta la opinión laudatoria de los críticos, y yo me sentiré, con todo mi poder, incapaz de hacerla pensar que verdaderamente es una buena pianista  
Ya se ha hecho ese repentino silencio que presagia su salid. Pronto sus dedos largos y armoniosos se deslizarán sobre el teclado, la sala se llenara de música, y yo estaré sufriendo OTRA VEZ! 
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