En este lugar, la violencia era un recuerdo lejano, y las personas vivían en paz y respeto mutuo.
En un rincón olvidado del universo, existía un mundo llamado “Armonía”.
En el corazón de Armonía se encontraba un jardín mágico llamado “El Jardín de la Armonía”.
Sus flores brillaban con colores suaves y sus árboles susurraban palabras de comprensión.
En un claro, encontró un árbol cuyas hojas eran libros abiertos. Cada palabra escrita en ellos tenía el poder de sanar o herir. Maya decidió usar sus palabras para construir puentes, no muros.
Un día, una niña llamada Maya llegó al jardín.
Había vivido en un mundo donde la violencia era común, y su corazón estaba cansado. Al caminar por los senderos, aprendió valiosas lecciones:
Diapositiva: 2
En otro rincón, un arbusto crecía con brazos extendidos. Representaba la empatía.
Maya abrazó el arbusto y sintió la conexión con todos los seres. Aprendió que la empatía era la base de la no violencia.
En otro rincón, un arbusto crecía con brazos extendidos. Representaba la empatía. Maya abrazó el arbusto y sintió la conexión con todos los seres. Aprendió que la empatía era la base de la no violencia.
Bajo un sauce llorón, Maya meditó. El silencio le enseñó que a veces, no decir nada era más poderoso que las palabras. La paz interior nacía en la quietud.
En el centro del jardín, había una fuente de agua cristalina. Las gotas danzaban en armonía, representando la tolerancia.
Maya se sumergió en la fuente y prometió aceptar las diferencias sin juzgar.