El agua arrastró una chispa de Oro y una partícula de Hierro. Ambas quedaron depositadas juntas en una grieta del arroyo.
¡Apártate de mí, vulgar material, tu contacto me envilece!
Al ver a su vecino, el Oro sintiéndose herido en su orgullo comenzó a manifestarse.
Soy Oro, metal espléndido que luce con destellos de gloria en la corona del monarca
... Que brilla con fulgores de estrella en las condecoraciones del militar
¡Que resplandece como lumbre en el cuello exquisito de la dama aristocrática!
¡Ja ja ja!
Me río de tu grandeza vana, metal inflado, cuya vanidad no se infunda ni en el hecho.
La humanidad no te debe más que dolor, infortunio, guerras y conquistas.
Soy el Hierro, el metal modesto del que están formadas las vértebras, tendones, músculo y arterias de la civilización y del progreso.
Cuando brillo en la hoja del puñal, el tirano tiembla; la libertad sonríe si me presento en forma de bomba, el corazón del proletario se llena de esperanza cuando me acaricia en el gatillo del rifle vengador.
El Oro, humillado, no habló más.
FIN.
¡Base de la civilización, promesa de la libertad, ese soy yo!