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La señora Prudencia Linero tomó un bote desde Buenos Aires hasta el puerto de Nápoles. Cuando la señora Prudencia llegó a el puerto de Nápoles se encontró con una bella mujer gritando porque había un ahogado en el mar.

El oficial que ayudó a la señora Prudencia Linero con cambiar la plata y con la llegada a Nápoles, le pidió a el conductor del taxi que la llevara a el mejor hotel posible.

Cuando la señora Prudencia llegó a su cuarto, se sintió muy sola ya que su marido había muerto hace poco. Otra razón por la cual la señora Prudencia se sentía sola era porque sus hijos no estaban pendiente de ella y no le prestaban atención.

La señora Prudencia estaba disfrutando su bebida hasta que vio a un padre al otro lado de la cafetería comiendo pan. Le preguntó que si era posible confesarse con el Papa, el padre le dijo que no iba a ser posible ya que el Papa solo confesaba a gente en casos extremos.

Después de haber salido muy triste de la cafetería, por la respuesta del padre, llegó a su hotel y se encontró con ambulancias y policiás afuera del lobby.

La señora Prudencia se dirigió a su cuarto enseguida, ya se quería ir de Italia. Cuando estaba entrando al hotel

escuchó a la gente decir que había 17 ingleses envenenados.