Y es que el gamonal, ñor Bernardo, tenía cuatro hijos. Tres de ellos sacaban buen provecho de la tierra, el otro, Miguel, sacaba bellas melodías de su dulzaina.
¡Maldita sea con este hijo inhábil que me ha salido!¡Mira que voy a repartir lo tuyo entre tus hermanos! ¡Bota esa...chirimía y trabaja la tierra!
Ña Felipe, mujer de ñor bernardo y madre de los muchachos, recordaba, una vez más, que en la casa de sus padres era cosa hereditaria la afición por la música. Sus hermanos, sus tíos, sus abuelos y bisabuelos, hacían sonar casi todo cuando caíanen sus manos. Tablillas y calabazos, cuernos, pellejos y cañas de bamboo se iban transformando en algo que daba mucho gusto a los oídos. ¿Como no ntener un hijo con la misma sangre?
Miguel, sin embargo, ganaba su dinero; pero lo ganaba a su manera: construyendo marimbas. Marimbas que afinaba con el diapasón de su dulzaina, y que dejaba como canto de jilguero.
Cierta vez, en una hacienda ganadera, arrebato el caracol a un vaquero y soplo una nota tan limpia, tan prolongada, tan alta, que rompió las nubes y empezó a llover.El tocador de dulzaina solía refugiarse en la escondida cumbre del monte, y bajo el ancho silencio de la altura, ensayaba nuevas variaciones en los temas que le regalaban los pájaros.
La música de aquella dulzaina tenia...algo así como un color azulito
El tocador de dulzaina, después de pensarlo muy dentro, respondió:
Esta bien
Mira, Miguel, coge esa montaña junto al río. voltéala y sembrá caña. Si lo haces, te regalo el cañal, la molida y el trapiche.