¡Melchor despierta! ¡te amenaza el peligro! ¡Melchor...! si no despiertas te mataran primero y te robaran después.
: ¡canalla! ¡ladrón!
¿con que eres tú? ¡lárgate perro ingrato!
¡perdón taita! ¡no me mates!
Don Melchor se acaricio la barba y después de un largo calderón de silencio. Comenzó a narrar su historia:
¿Deveras? No lo hizo usted por envidia al piojo, confiéselo.
:” soñaba esa noche que un insecto de proporciones elefantinas me decía: ¡Melchor despierta! ¡te amenaza el peligro! ¡Melchor...! si no despiertas te mataran primero y te robaran después.
“de la bondad indiferente y de la soberbia inconmensurable de un piojo
¡jamás!, salte del lecho encendí la vela, eche a mano un sable viejo; Y de un rincón del dormitorio me respondió una voz. Era mi criado mi mozo de confianza. Y el indio se escabullo.
Me senté en el lecho, meditando sobre lo que acababa de pasarme. ¡qué suerte lamía! y reanude mi primer sueño.
Es en esta segunda parte donde voy a dejar establecida la verdadera tesis que podría titular; de un piojo como el que acaba usted de quitar cobardemente de la espalda de la señora linares.