¡Qué noche! ¡Qué horrorosa! Ya truena. ¡Ay, si fuese el último de mi vida, cuán grato sería para mí!
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Lorenzo no viene. ¿Vendrá, acaso? ¡Cobarde!
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¿Si será de Lorenzo aquella luz trémula y triste que descubro? Suya será. ¿Quién sino él?
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Aquí está el dinero.
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Yo he cumplido mi parte, ahora te toca a ti.
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¿Traes la llave del templo?
¡Cuán pobre seré cuando me atreví a prometerte lo que voy a cumplir! Vamos.
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En treinta y cinco años que soy sepulturero, nunca he trabajado en mi oficio hasta ahora con horror.
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Pues dame la mano y sigue; te guiaré y te esforzaré.
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¡Que tiemble yo! ¿Qué interés tan grande te mueve a tanto atrevimiento?
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Ésta es la puerta.
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¿A aquella humilde y baja? Pensé que querías abrir aquel monumento alto y ostentoso, donde enterré pocos días ha al duque de Faustotimbrado.
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El tiempo urge. Vamos, Lorenzo. A aquella sepultura; sí, a abrirla.
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Ya he empezado a alzar la losa de la tumba. Pesa infinito. ¡Si verás en ella a tu padre! Mucho cariño le tienes cuando por verle pasas una noche tan dura...
¡Un padre! ¿Por qué? Nos engendran por su gusto, nos crían por obligación, nos educan para que los sirvamos, nos abandonan por vicios suyos.
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¿Una madre o un hermano quizás?O un hijo algún hijo que se te moriría en lo más tierno de su edad.
¡Qué necio eres si crees que algo de eso me trae aquí!
¡Qué olor! ¡Qué peste sale de la tumba! No puedo más.
No me dejes; no me dejes, amigo. Yo solo no soy capaz de mantener esta piedra. ¡Ay, qué veo! ¡Todo mi pie derecho está cubierto de gusanos!
Perdimos lo adelantado.
No me faltes mañana a la misma hora y en el propio puesto.
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Y el sol va saliendo, estamos en peligro de que nos vean.