-Los blancos son unos desgraciados. -Mei Jodío, como naide en estas islas
Tenés razón.
Lo que me calienta es que todito se lo llevan los blancos. ¡Los blancos desgraciaos…!
Le prendió fuego a sus canoas y balandras. A sus casas y sus redes.
Sí, de verdá. Tenés razón… Los blancos son unos desgraciaos…
Banchón trabajó. Banchón reunió dinero. Banchón puso una cantina. Banchón –envenenando a su propia gente– se hizo rico. Banchón tuvo islas y balandras. Mujeres y canoas…
Un dia
La plata. ¡La mardita plata! se le enroscó en el corazón, tal que una equis rabo de hueso.
Después de meditar se decidió… Para que Banchón –su viejo amigo– no lo botara más nunca. Para que Banchón se casara con su hija. Para que Banchón fuera bueno…